Versión libre de Jose Padilla sobre esta sátira de Mijaíl Bulgákov que habla de la censura, la represión intelectual, la libertad de expresión, y que nunca hasta ahora había sido representada en los teatros españoles. La isla púrpura aborda la representación chapucera de la obra de dicho título. A toda prisa y sin apenas preparación, la compañía de Guenadi Panfílovich improvisa la función ante un único espectador, Savva Lukich, censor del régimen y única persona que puede dar el visto bueno para que la pieza llegue a ser representada. Urgencia: Lukich se va mañana de vacaciones. Horror: el director -Panfílovich- no tiene ni idea de lo que ha de representarse, aunque por suerte tiene a su lado al dramaturgo Vasili Artúrovich Dymogatski, un periodista venido a menos que se hace llamar Julio Verne. El desastre está servido, la farsa va a dar comienzo.
En palabras de Jose Padilla: “encontramos en La isla púrpura una obra de teatro dentro d euna obra de teatro, un juego de muñecas rusas sobre la escena que, con la farsa como punto de partida, va despojándose de sus capas hasta terminar mostrándose desnuda, cruda. El argumento es sencillo en apariencia, pero el folletín tiene truco. Y fue ese devenir lo que más me sedujo del texto: el firme deseo de Bulgákiv de invitar a sus contemporáneos a reflexionar sobre aquello que, aparentemente, no se puede cambiar. Si el acceso al pensamiento crítico quiere desterrarse como parece, hoy Bulgákov nos hace más falta que nunca”.