“Tal vez encuentre en la soledad la libertad necesaria para ser un hombre decente”. Alceste siente que no puede soportar ni un día más la hipocresía social que el género humano parece haber asumido como única forma posible de relacionarse. Así se lo comunica a su amigo Filinto. Lo único capaz de hacerle replantear su decisión de alejarse definitivamente y vivir en soledad es su amor por Celimena. Filinto se extraña de que su amigo haya elegido como objeto de su amor a una mujer famosa por comportarse siguiendo todos los parámetros sociales de los que abomina y que le han llevado a decidir separarse del mundo. Un mundo que también enreda a Alceste en casos judiciales que ponen de manifiesto la falsedad de la sociedad y las leyes que rigen la convivencia de los seres humanos. Alceste lanza embestidas a su alrededor mientras espera impaciente a que Celimena le confirme su amor y se decida a acompañarlo en su retiro. La respuesta se convierte en la gota que colma el vaso de la impotencia de Alceste. “¿Quieres que nos vayamos al campo y vivamos incomunicados?”, pregunta incrédula ella. “Si en efecto me amas como yo te amo, ¿qué te importa el resto del mundo?”, replica él.
¿Qué es la verdad? ¿Nos conviene conocerla si amenaza nuestro confort y placer? ¿Pueden convivir la política y la honestidad? ¿Necesitamos la hipocresía para sobrevivir? ¿Se puede luchar contra la iniquidad de la naturaleza humana? Alceste pone en peligro su integridad por defender la verdad al tiempo que lucha contra la tentación de dejarse vencer por el derrotismo. Porque no se acomoda a la ficción imperante y porque está dispuesto a perderlo todo por defender aquello en lo que cree.
El callejón de atrás de una sala de fiestas, oscuro, sucio y con el rumor de la música de fondo, es el escenario donde se desarrolla Misántropo, adaptación libre a partir del original de Molière en la que Miguel del Arco traslada los personajes del autor francés hasta nuestro siglo XXI, con la ayuda de otros genios como Michel Montaigne, Michel Foucault o Luis Cernuda.